sin contarle las tejas que le duelan,
me gusta ver el campo y el paisaje
sincero y desprovisto de ropaje.
Me gusta el volar de la golondrina
sin tener que mirarle su ala fina,
tan sólo las plumas del ensamblaje
sin tener que revisarle su plumaje.
Me gusta sentir la lluvia y los copos
sin importarme si muchos o pocos,
también el vestido fino y el traje
que dejan a la vista el engranaje.
Me gusta la pluma cuando destila
y los versos que nublan mi pupila,
sin mirar al tintero su oleaje
ni tener que pasar por el peaje.
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